Gallardo y el costo de centralizar el poder en River y en el fútbol
“Cuando ganás están todos; cuando perdés no está nadie”. Marcelo Gallardo aceptó que deberá transitar este “momento de mierda” en soledad, pero esa soledad también tiene un matiz estructural: desde su regreso a River, las decisiones del fútbol pasan casi exclusivamente por él, un modelo unipersonal que algunos cuestionan y otros defienden.
Gallardo ganó peso institucional, títulos y hasta una estatua; esa figura creciente proyecta una sombra que lo protege y, a la vez, lo aísla. Hoy resulta difícil imaginar un “no” interno a una iniciativa futbolística del entrenador, y tampoco aparece una voz de igual rango para debatir ideas tácticas, discusiones sobre refuerzos o renovaciones de contratos.
Esa centralidad se fue consolidando al final de la gestión de D’Onofrio y en los inicios de la era Brito, y con su retorno alcanzó su máxima expresión. Lo demuestran gestos políticos como su protagonismo en la firma y la foto de presentación de cada incorporación. Si antes Gallardo discutía la viabilidad de fichajes con la dirigencia, ahora —con un presupuesto más robusto durante la gestión de Brito— administra buena parte de esas decisiones en cada ventana de transferencias, algo que no ocurría en la etapa de Demichelis.
La pata dirigencial del fútbol, que estuvo a cargo del vice Matías Patanian, se fue diluyendo frente a un entrenador cada vez más autogestivo. Mariano Barnao aparece como su mano derecha, casi una extensión del DT en las tareas diarias.
El panorama de Gallardo hacia adelante muestra, no obstante, respaldo institucional: JB y SDC, junto al vice Ignacio Villarroel, estuvieron con él y con los jugadores para darles apoyo público tras la eliminación en el Kempes. Para la dirigencia —y, según se indica, también para las listas opositoras que participan en las elecciones de este sábado— la continuidad del Muñeco después de diciembre no está en discusión. Pero nadie imaginaba el derrotero de un 2025 que todavía no concluye.
¿Podrá Gallardo revertir la situación? Se verá en los próximos días. Lo que sí queda claro es que la experiencia de este año exigirá repensar varios puntos deficitarios: cuestiones estructurales, scouting, política de incorporaciones y, por qué no, la metodología diaria en el River Camp.
Hace tiempo que se instaló la figura del “entrenador alterno”: Maresca, Arteta, Lillo o Pep Lijnders (ex interino en el cuerpo técnico de Jürgen Klopp) personificaron ese rol en los equipos de Guardiola. Tal vez en esa dirección puedan aparecer soluciones para el futuro. Y, en última instancia, que Gallardo atraviese esta crisis en soledad también parece, en cierto punto, una decisión deliberada.
