Senado: la danza del palco entre protocolo, egos y sillas calientes
La disputa por el llamado “palco de la Presidencia” en el Senado puso en evidencia una interna de poder y protocolos que trascendió cualquier discurso en el recinto.
La pelea entre la vicepresidenta Victoria Villarruel y la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, por la ubicación en los palcos se convirtió en símbolo de las tensiones entre la Casa Rosada y la presidencia del Senado.
El conflicto arrancó cuando la reserva del palco se gestionó de forma informal a través de la senadora electa Patricia Bullrich, según relatan fuentes del entorno del Senado.
Esa vía extraoficial fue interpretada por la titular del cuerpo como un quiebre del protocolo y no como un simple trámite administrativo.
En el entorno de Villarruel calificaron la maniobra como “una falta de respeto” y señalaron que el pedido debía haberse presentado “de manera formal, como corresponde”.
La reacción de la vicepresidenta cerró la gestión política de Bullrich para conseguir el palco principal destinado a la hermana presidencial.
Más allá de la reclamación dirigida a Karina Milei, la medida sirvió para marcar la jerarquía dentro del Palacio Legislativo.
El correo formal que pedía la reserva del palco llegó pasada las 21 del jueves, cuando gran parte del espacio ya estaba ocupado.
Testigos describieron el hemiciclo como “loteado”: gobernadores, familiares y prensa acreditada habían dispuesto su propia geografía de poder en los palcos.
Esa demora dejó afuera una comitiva oficial que arribó al Senado sin una ubicación asignada.
Karina Milei, acompañada por el jefe de Gabinete Manuel Adorni y el ministro del Interior Diego Santilli, debió permanecer de pie, junto a la pared del hemiciclo, mientras se desarrollaba la sesión.
La imagen de los funcionarios alineados contra la pared fue captada por las cámaras y se viralizó rápidamente.
Esa postal reflejó la tensión entre el orden protocolar del Senado y el mensaje político que implicó la improvisación.
No hubo necesidad de comunicados: la ubicación y la espera hablaron por sí mismas sobre quién observaba y quién aguardaba una respuesta.
La solución llegó minutos después con la reubicación de la delegación en un palco del primer piso.
Ese espacio improvisado se transformó en el nuevo centro de gravedad del oficialismo dentro de la Cámara Alta.
Para habilitar la nueva ubicación, se desplazó a la familia de Alejandro Fiztgerald, flamante secretario Administrativo, que vio postergado su debut institucional.
Una vez instalados, los integrantes de la Secretaría General de la Presidencia empezaron a recibir visitas protocolarias y políticas.
La senadora Nadia Márquez y el dirigente Alfredo Olmedo se acercaron al palco para saludar a Karina Milei, reproduciendo rituales de acercamiento al poder que no dependen del cargo.
Desde ese balcón improvisado, la delegación siguió la sesión con una gestualidad medida y con miradas calculadas hacia el recinto.
Según reconstrucciones de testigos, aplaudieron a varios senadores pero sólo se pusieron de pie en un momento clave: la jura de Patricia Bullrich.
Ese gesto selectivo adquirió una fuerte carga política en medio del conjunto de formalidades del día.
Lo que comenzó como un choque por correos electrónicos y asientos terminó siendo una radiografía de la interna oficialista.
La “danza del palco” mostró con claridad quién exige visibilidad, quién decide desde dónde se observa y quién está dispuesto a permanecer, aunque sea por algunos minutos, de pie contra la pared.
En suma, la disputa por un palco dejó al descubierto más que un desencuentro administrativo: evidenció la lucha por el protagonismo y el orden dentro del poder.
El episodio volverá a utilizarse, seguramente, como referencia en futuras pujas por lugares, gestos y símbolos en el Senado.
